El vestido de Chris Evert: un hito en la historia del tenis

La trayectoria del tenis femenino está llena de eventos que superan el terreno de juego y el resultado. Hay ocasiones que, debido a su simbolismo, van más allá del deporte y se transforman en un espejo de cambios culturales significativos. Un ejemplo de esto ocurrió en septiembre de 1971, cuando Chris Evert, con tan solo 16 años, hizo su debut en el US Open. Más allá de su impresionante desempeño, destacó por vestir un minivestido blanco de encaje que marcaría un nuevo capítulo en la moda deportiva.

Un debut inolvidable

En ese año, el US Open todavía se jugaba en césped y las tribunas del Forest Hills Stadium resonaban con una energía inusual para el tenis. Evert, originaria de Florida, llegaba como una promesa del circuito juvenil, con una impresionante racha de 45 victorias consecutivas. Aunque sus puntos fuertes se asociaban más con la arcilla, sorprendió a todos al vencer a oponentes de alto nivel y avanzar a las semifinales del torneo, donde finalmente fue derrotada por la experimentada Billie Jean King. Sin embargo, más allá del marcador, lo que perduró en la memoria colectiva fue su imagen: la de una joven talentosa con porte de estrella de cine, retando las normas estéticas tradicionales del tenis.

El vestido que marcó una época

El vestido que Evert escogió para su presentación no era simplemente otro más. Creado por Mondessa Swift, una talentosa modista de su ciudad natal, Ft. Lauderdale, la prenda resaltaba por su diseño en encaje blanco, sin mangas y con una falda corta estilo evasé. Lo complementó con una coleta baja adornada con un lazo blanco y zapatos deportivos a juego. El atuendo rompía con las normas de vestimenta predominantes de la época, caracterizadas por polos estructurados y faldas recatadas. Esa elección fue una declaración clara: la moda tenía su espacio en la cancha, sin sacrificar el desempeño.

Más de 50 años después, el atuendo ha vuelto a viralizarse, convirtiéndose en símbolo de un cambio que aún resuena en la actualidad. El equilibrio entre feminidad, deportividad y estilo que ofrecía el diseño es hoy considerado pionero y visionario. Evert, que lo ha recordado con cariño, aseguró que aquel vestido la hacía sentirse como una princesa. Y, en cierto modo, lo fue: una princesa del deporte que supo reinar en un entorno dominado por normas estrictas y convenciones visuales.

El vínculo perdurable entre la moda y el deporte

El efecto del estilo de Evert no fue un fenómeno aislado. Despejó el camino hacia una nueva percepción de la presencia femenina en el deporte de alto nivel. La vestimenta dejó de ser solamente práctica para asumir un papel expresivo. Desde entonces, las canchas de tenis se convirtieron también en ámbitos donde las jugadoras podían reflejar su identidad.

Evert continuó una carrera brillante, conquistando 18 títulos de Grand Slam y convirtiéndose en uno de los nombres más influyentes del deporte femenino. Su imagen pública trascendió la pista: fue embajadora de marcas de lujo, popularizó las hoy conocidas como “pulseras de tenis” y generó un estilo propio que inspiró a generaciones. Su rivalidad con Martina Navratilova no solo ofreció algunos de los duelos más intensos del tenis, sino que representó una etapa de evolución en la visibilidad del deporte femenino.

La herencia de Evert y la transformación del estilo

Varias décadas más tarde, el impacto de ese instante todavía perdura. Jugadoras como Venus Williams, Maria Sharapova, Camila Giorgi y Serena Williams han optado por el uso del encaje y otras manifestaciones estilísticas en sus presentaciones en campeonatos de Grand Slam. Más cerca en el tiempo, Coco Gauff lo revisó en Wimbledon con un modelo de corsé bordado que recordaba la tradición de la sastrería de Londres.

Estos actos, más allá de ser meras elecciones de atuendo, representan una declaración: la capacidad del deporte femenino para mostrar su fortaleza mediante la apariencia. En este contexto, Chris Evert fue una adelantada. Lo llevó a cabo a los 16 años, cuando aún la atención de los medios no la había transformado en un símbolo internacional y el tenis femenino empezaba a demandar equidad, reconocimiento y consideración.

Un espejo para el presente

La figura de Chris Evert sigue siendo una referencia. No solo por sus logros deportivos, sino por haber entendido desde joven que una atleta puede influir más allá del marcador. Su vestido de encaje no fue una simple elección de vestuario: fue una metáfora de ruptura, una forma de mostrar que el talento no está reñido con la elegancia ni con la autoexpresión.

Hoy en día, mientras las firmas de lujo centran su atención en el tenis y los jugadores se convierten en representantes del estilo a nivel mundial, ese gesto adquiere un significado renovado. Pues aunque los logros de un deporte se cuantifican por los resultados, los cambios culturales se originan en lo sutil. Y en ocasiones, un vestido puede cambiarlo todo.

By Gabriela Hernandez González

Entradas Relacionadas